Nuestra “sombra” un tesoro inexplorado y no explotado

Solemos buscar un camino de desarrollo personal cuando llega el momento en que resulta imposible soportar la carga que supone nuestro dolor. Debemos desenmascarar los aspectos de nuestra personalidad que destruyen las relaciones, matan nuestro espíritu y evitan que se cumplan nuestros sueños. Es lo que el psicólogo Carl Jung denominaba “la sombra”.

La sombra incluye todas aquellas partes de nuestra personalidad que intentamos ocultar o negar. Incluye esos aspectos oscuros que creemos que no aceptarían, ni la familia, ni los amigos, y lo que es más importante ni nosotros mismos.

El lado oscuro se halla enterrado en lo más profundo de nuestra conciencia y se esconde de nosotros y de los demás.

El mensaje que recibimos de este lugar oculto es muy sencillo: tengo algo malo. No estoy bien. No merezco que me quieran. No merezco nada. No valgo la pena.

Creemos en estos mensajes. Estamos seguros de descubrir algo horrible si observamos con detenimiento lo más profundo de nuestro ser.

Poco a poco vamos construyendo en el fondo de nosotros un vasto mundo subterráneo, hecho de represiones y de rechazos acumulados desde hace años. Nos encontramos sentados sobre una especie de volcán psíquico que amenaza con entrar en erupción a cada momento.

Tenemos miedo de nosotros mismos. Tememos los pensamientos y los sentimientos que siempre hemos reprimido. Nuestro miedo es tan profundo que para vivir con él nos vemos obligados a ocultarlo o a negarlo.

Nos convertimos en grandes impostores y engañamos tanto a los demás como a nosotros mismos. Y llegamos a ser tan buenos impostores que acabamos olvidando que llevamos una máscara que oculta nuestro verdadero yo.

Creemos ser las personas que vemos reflejadas en el espejo. Nos decimos que estamos bien y todo mejorará. Nos ponemos vendas en los ojos y tapones en los oídos, para mantener con vida las historias internas que hemos creado. “No estoy bien” “no valgo la pena” “ no podré hacerlo”” no merezco que me quieran”.

En lugar de intentar suprimir nuestras sombras, necesitamos destapar todo aquello a lo que tememos enfrentarnos.

Nuestras sombras incluyen la esencia de quienes somos. Incluyen nuestros dones más preciados.

Aceptando todo lo que somos ganamos la libertad de elegir lo que queremos hacer en este mundo. Y mientras sigamos ocultando, enmascarando y proyectando lo que está en nuestro interior no tenemos la libertad de ser ni la libertad de elegir.

Nuestras sombras existen para enseñarnos, guiarnos y ofrecernos esa bendición, que es el yo completo. Son recursos que hay que descubrir y explotar.

Los sentimientos suprimidos luchan desesperadamente para integrarse en nosotros. Y solo resultan peligrosos cuando se reprimen: en este caso estallan en los momentos más inoportunos. Sus furtivos ataques pueden invalidarte en las áreas de la vida que más significan para ti.

En cuanto hagas las paces con tu sombra, tu vida se transformará, y la oruga se convertirá en mariposa.

Dejarás de pretender ser alguien que en realidad no eres. Ya no tendrás que demostrar nunca más que no eres lo suficientemente bueno.

En cuanto aceptes tu sombra se acabará vivir con miedo.

Descubre los dones de tu sombra y revélate finalmente en toda la gloria de tu yo verdadero. Y entonces gozarás de libertad para crear la vida que siempre has deseado.

 

EJERCICIO:

Para realizar el ejercicio es importante estar completamente concentrado. Todas las respuestas están en ti y debes permanecer en silencio total para ser capaz de escucharlas. Las velas y la música te ayudarán a crear una atmósfera seductora. Utiliza tu teléfono  para grabar todos los pasos a realizar y no tener que ir abriendo los ojos continuamente.

Cuando estés preparado/a cierra los ojos y respira hondo cinco veces, aguanta la respiración contando de nuevo hasta cinco y exhala el aire lentamente por la boca. Sigue y centra toda tu atención en la respiración. Es uno de los mejores métodos para tranquilizar la mente.

Ahora, con los ojos cerrados, imagínate entrando en un ascensor y cerrando la puerta. Pulsa uno de los botones del ascensor y baja siete pisos. Imagínate que estás descendiendo hasta el fondo de tu conciencia.

Cuando se abre la puerta te encuentras ante un jardín  precioso. Intenta visualizarlo con detalle. Los árboles, las flores, los pájaros. ¿De qué color es el cielo? ¿Es azul brillante o está nublado?. Siente la temperatura del aire y el viento acariciándote las mejillas. ¿Cómo vas vestido? ¿Llevas alguna prenda que te gusta mucho?.

Imagina lo mejor de ti, que estás guapísimo/a.Descálzate y siente la tierra bajo tus pies. ¿Hay hierba o se trata de un terreno arenoso? ¿Está seco o está húmedo? ¿ Se trata de un camino de piedras o de mármol? ¿ Hay cascadas o esculturas? ¿ Hay algún animal?  Tómate un minuto de tiempo, observa en todas las direcciones y percátate de todo lo que hay en tu jardín.

Visualiza un sillón en este jardín , que será tu sillón de meditación, tu lugar sagrado, donde podrás ir a encontrar las respuestas que siempre has deseado conocer.

Centra de nuevo tu atención en la respiración y vuelve a respirar hondo cinco veces, lentamente.

Ahora hazte las siguientes preguntas y tómate el tiempo necesario para escuchar tu voz interior. Abre los ojos un instante después de cada pregunta y escribe las respuestas en una libreta. Lo mejor es escribir rápido y escribir lo primero que te venga a la cabeza. No existen respuestas correctas o incorrectas. No te preocupes por lo que escribas; siente y expresa lo que necesite emerger a través de este proceso. Vuelve a respirar profunda y lentamente antes de realizar la segunda pregunta.

  1. ¿Qué es lo que más temo?
  2. ¿Qué aspectos de mi vida necesito transformar?
  3. ¿Qué es lo que más temo que los demás descubran de mi?
  4. ¿Qué es lo que más temo descubrir de mi?
  5. ¿Cuál es la mentira más grande que me he dicho?
  6. ¿ Cuál es la mentira más grande que he dicho a otra persona?
  7. ¿Qué podría impedirme realizar el trabajo necesario para transformar mi vida?

Felicítate  y reconoce tu trabajo y valentía que te ha llevado a finalizar el ejercicio.

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